Hoy nos han hecho un pequeño reportadje en la sección de moda de El Correo, en su versión digital. Esperamos que os guste.
Ver el reportaje completo en El Correo.
Para Milagros Carretero, las alpargatas no son un calzado cualquiera. Con ellas, revive escenas de los veranos de su juventud en Barcelona, su ciudad de origen. Le encantaban cuando era adolescente, pero su fascinación aumentó con el tiempo. A sus 60 años, no solo se han convertido en un básico que no pueden faltar en su armario cada temporada estival, sino que esta catalana, que llegó a la villa hace más de 35 años para quedarse, ha construido un templo de alpargatas en el Casco Viejo. «Después de dedicarme a muchas cosas en mi vida, comencé a trabajar en la zapatería que ocupaba este espacio. Al año, en el 2010, los propietarios lo cerraron porque no funcionaba. Me dio pena y tomé el relevo», cuenta. En esta nueva etapa, Milagros decidió cambiar el concepto del comercio: en verano estaría especializado en aquel calzado artesanal que le robó el corazón cuando era niña; y en invierno ofrecería a los clientes una amplia variedad de zapatillas de casa. Bautizó la tienda con el nombre ‘Zapagatas’, un término que une las palabras ‘zapatilla’ y ‘alpargata’: «Se le ocurrió a mi hija, que es muy creativa». En pleno mes de agosto, el local, situado en la calle Askao y que cuenta con solo 38 metros cuadrados, guarda 1.000 alpargatas producidas de forma artesanal en Euskadi.
Cuando Milagros escucha a alguien decir que este calzado es «tendencia este verano», les corrige: «No está de moda. Lo vemos en las calles y en las tiendas porque se ha convertido en un clásico de la temporada». Hasta las lujosas firmas de moda las han subido a la pasarela, empezando por Yves Saint Laurent en 1970, que buscó y consiguió que le crearan alpargatas con cuña, modelo que no existía por aquel entonces. En los últimos años, otras prestigiosas ‘maisons’ también han recurrido a ellas en sus desfiles y colecciones, como Dolce & Gabbana, Chanel o Stella McCartney. El calzado que utilizaban los trabajadores de antaño en el campo, se ha convertido en un imprescindible para las prescriptoras de moda. En la actualidad, admite infinitas variaciones en formas y colores, manteniendo siempre sus características de artesanía y elegancia, que las hace únicas. «Planas, con un poco de tacón, con cintas al tobillo, con estampados, con combinación de colores… hay modelos para aburrir», asegura Milagros. Y pese a que algunas alpargatas cuestan un dineral, Milagros se niega a venderlas por más de 70 euros. «Me parece un disparate, al fin y al cabo, están hechas con yute o cáñamo y tela. Vendo las más sencillas por 10 euros», cuenta.
Sus reinvenciones a lo largo del tiempo han permitido que no desaparecieran mientras lo hacían las labores del campo y que, en la actualidad, su público sea mucho más amplio. «Antes las usaba la gente humilde para trabajar, ahora se las ponen hasta los surferos para ir a la playa», asegura Milagros. Reconoce que sus clientas son sobre todo mujeres, mayores de 35 años, que tienen preferencia por las alpargatas con cuña y que este verano han convertido el modelo con lazada en el más vendido. «Los hombres no se complican, quieren la sencilla», cuenta.
«Historias de clientes para aburrir»
Para Milagros, el trato cercano con sus clientes es lo mejor de su trabajo. «Tengo una relación muy estrecha con ellos. Siempre vuelven y muchos no lo hacen con las manos vacías. Me han llegado a traer pimientos de su huerta a modo de agradecimiento», cuenta como anécdota. En estos 10 años que lleva regentando este peculiar establecimiento, reconoce que tiene «historias de clientes para aburrir». «Una amama de Las Arenas viene a comprarse un modelo todos los años por estas fechas. Lo hace siempre a escondidas de su hija porque no le deja coger el metro, ya que es muy mayor, tendrá más de 90 años, pero ella nunca falla», cuenta agradecida.
En verano, sus más de 1.000 alpargatas también atraen a los turistas. Recuerda con cariño a un grupo de jóvenes mexicanos que vienen todos los años a Aste Nagusia y siempre se pasan por la tienda para llevarse unas alpargatas. Y no se olvida de la japonesa que quiso conocer el Casco Viejo de la villa, entró en la tienda y adquirió 100 pares del tirón. «Se los preparé en un día y se los llevó en avión. Yo no daba crédito», cuenta.
Milagros también tuvo que bajar la persiana de su establecimiento a mediados de marzo por el coronavirus. «Me dio mucha pena porque comenzaba la temporada de las alpargatas y tenía todo listo, pero no había otra opción», lamenta. Tras una cuarentena «eterna», pudo reabrir el negocio y eufórica por estar de vuelta, colgó en la puerta de la tienda un gran letrero con un mensaje de ánimo: «Gracias por volver, el comercio local os necesita ¡Lo conseguiremos!» Reconoce que aquellos días fueron «muy emocionantes». «Había una gran afluencia de clientes en la tienda y los que no venían a comprar, se acercaban para saludarme y preguntarme cómo estaba. Fue un reencuentro precioso», recuerda. Y agradece que en estos últimos meses está teniendo «mucho trabajo». Pero ahora que el turismo en Bilbao está de capa caída y se ha suspendido la Aste Nagusia, Milagros reconoce que los ingresos de esta temporada han caído. «Mucha gente venía los días previos a las fiestas para adquirir sus alpargatas a juego con su traje de arrantzale», comenta, por lo que vive con incertidumbre lo que «pueda pasar a partir de septiembre».+
El próximo mes, hará lo que viene siendo habitual en su comercio: darle un giro de 360 grados al espacio para que las zapatillas de casa ocupen el lugar de las alpargatas. Guardará los modelos de este tradicional calzado en cajas hasta la primavera que viene y comenzará a seleccionar los nuevos modelos con los que sorprenderá a sus clientes. «Elegir entre tanta variedad es lo más duro de mi trabajo», reconoce. Su creatividad no tiene límites, porque ya piensa en incluir modelos pintados a mano. Milagros y sus 1.000… ideas.